Se llama fútbol

17 Mar

Una noche decepcionante para mi equipo, el Sevilla FC. El CSK mostró la talla real de un Sevilla sin fútbol, eliminado de la Champions tras perder en el Sánchez Pizjuán por 1-2, incapaz de hacer bueno el empate a uno cosechado en Moscú.

No sé si algún sevillista pensará que el debate abierto sobre si Manolo Jiménez debe o no seguir en el banquillo nervionense es un mal urdido por mentes maquiavélicas (la prensa como poder fáctico, algo muy antiguo) ajenas al club, cuando es evidente que esto mismo ocurre allá donde existe un colectivo entrenado por una persona. La grandeza del actual Sevilla, en la que colaboró Jiménez al hacerse cargo de un equipo moralmente hundido tras la muerte de Puerta y la espantada de Juande Ramos, se basa en la autoexigencia.

Guiarse exclusivamente por el sentimentalismo lleva a la ceguera, a obcecarse en el error.

Justo es decir que la decepción europea viene por la ilusión depositada en formar parte de la tanda de los ocho mejores equipos del continente (ahí donde tampoco están este año Madrid, Chelsea o Milan), en un contexto de una temporada destemplada en la que el Sevilla se mantiene entre los cuatro primeros de la Liga y es finalista, una vez más, de la Copa del Rey. ¿Por qué esta destemplanza?

El Sevilla no juega bien. El partido contra el CSK (ya pasó en la ida) es una demostración más de las carencias de un equipo espeso, que no sabe gobernar los encuentros, al que le incomoda la posesión del balón. Es injusto atribuir la eliminación a un exceso de celo defensivo del CSK, y lo mismo se puede decir de tantos otros rivales en el transcurso de esta temporada. Fue el caso de las semifinales de la Copa del Rey, en las que se eliminó a un Getafe que fue futbolísticamente superior. La pegada arriba del Sevilla y la portentosa actuación de Palop hizo que se rentabilizara el 2-0 de la ida, a pesar de que se mostró una imagen empequeñecida del equipo, constantemente contra las cuerdas.

El aficionado sevillista es un fiel defensor de sus colores, pero tiene paladar. Premia el buen fútbol, acostumbrado a la alta cocina de ese equipo arrollador, ganador de dos copas de la UEFA, una Supercopa de Europa, una Supercopa de España y una Copa del Rey. Añora el fútbol. Echa de menos la apuesta desde el esquema inicial por la creación, el reconocimiento al juego colectivo, se pregunta por qué el mismo sacrificio y la misma solidaridad de entonces, ahora no transmite. No hay comunión con un amplio sector de la grada.

El pasado reciente parece una losa, y no un acicate de que es legítimo aspirar a mejorar cada año. Es como si el equipo se hubiera contagiado de la tristeza.

La cuestión es que el Sevilla se ha vuelto previsible, sobre todo cuando juega en casa, un problema añadido para quien los rivales reconocen los galones de equipo grande, al que se le presupone condiciones para dominar las facetas del juego. Cuenta con una gran transición en el juego exterior, con Navas como máximo exponente; con un medio campo de contención dominado por el despliegue físico de Zokora; con el nueve de Brasil en una delantera contrastada;  y una defensa correcta, resguardada por un Palop inmenso al que sólo faltaría que se le reprochara la eliminación ante el CSK por el fallo en el libre directo.

Estoy convencido de que los rectores del club saben de esta destemplanza, más allá de la responsabilidad del entrenador. Carece ostensiblemente este Sevilla del jugador que ponga en marcha el engranaje ofensivo, que incorpore la pausa, el criterio y que se asocie con las bandas para descongestionar el tapón que un rival tras otro coloca en los extremos con el objetivo de cortocircuitar el juego del Sevilla.

No hay que tener miedo a los cambios. El sevillismo ya experimentó el vértigo que supone decir adiós a un sevillista de pro como Joaquín Caparrós, valedor de aquel primer y determinante salto de calidad, por no hablar de los renombrados jugadores que fueron en el pasado y seguirán en el futuro siendo traspasados a otros equipos.

Es algo muy importante, pero conviene desdramatizar para seguir acertando en el futuro. Todo pasa por recuperar el fútbol.

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Efectivamente, aquí se resume el sentimiento que embarga hoy al sevillismo.

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