La ardilla que salta

4 Feb

[Publicado en La RADIO de papel, febrero]

Una ardilla podría hoy atravesar el país de norte a sur sin tocar el suelo, saltando de caso de corrupción en caso de corrupción. La leyenda decía que era de árbol en árbol, pero el solar parece que está deforestado. O estábamos muy alejados de la realidad o hizo mucha mella el “España va bien”. Traigo la frase-eslogan del Gobierno de Aznar porque su partido ha protagonizado uno de los últimos escándalos, que es eso, sólo uno de los últimos. No abordaré los detalles de ese tesorero (el nombre viene de perlas: ¡sí que cultivaba un tesoro!) que manejó desde principios de los años 90 las cuentas del partido que prometía poner fin al “paro, despilfarro y corrupción” del tardo-felipismo, con sus sucesivos, gravísimos y sancionados casos de corrupción. Gürtel mediante, se ha descubierto que Luis Bárcenas, sin conocerse otro oficio que el de tesorero y senador del PP, tenía en Suiza al menos 22 millones de euros. Que no haya respuestas convincentes no quiere decir que no nos hagamos preguntas, y para mí la fundamental es esta: ¿cómo es posible que estuviera Bárcenas tanto tiempo en el partido sin que saltara ninguna alarma? El drama es mayor porque hay que preguntarse en plural: ¿cómo es posible que un cargo de la Junta de Andalucía estuviera durante una década gastando, sin que saltara ninguna alarma, un fondo de al menos 600 millones de euros en ERE falsos y otras golferías? ¿Y que la fundación del PSOE (otro caso reciente) no detectara que había una persona ficticia que cobraba 3.000 euros por artículos sobre temas tan variopintos y transcendentales como el cine nigeriano? ¿Tan impunes se sienten para creer que pueden proseguir con su rutina a base de palabritas del tipo “no me temblará la mano”, “actuaremos caiga quien caiga”?

 

El presidente Rajoy recurre al silencio o a la solemnidad ahora, pero su reacción fue sonora en febrero de 2009: “Nadie en el PP ha tenido nada que ver con la corrupción. Esto es una trama contra el PP”. Y apostilló: “Bárcenas es un profesional ejemplar”. ¿Mano dura? Visto lo visto suena tan inane como seguir defendiendo que la última reforma laboral busca crear empleo o que la sanidad privada es más barata que la pública, argumentos todos ellos que tienen la misma consistencia que los siete Tour de Francia ganados por Lance Armstrong. El Gobierno lleva tiempo madurando una Ley de Transparencia y de Acceso a la Información, pero no debe haberse percatado del hartazgo generalizado porque de momento dicha ley excluye a los partidos políticos. Rafael Chirbes aporta en la novela Crematorio una posible explicación: “La élite es reducida. Aspira a la exclusividad, no puede haber nunca privilegios para todos”.

Sería un gran paso que la democracia fuera el sistema para elegir a los mejores. Personas sometidas a controles rigurosos y que desempeñarían su función pública durante un tiempo limitado, y luego volverían a sus quehaceres al margen de la política. Como no es así, cada vez menos gente compra que su partido es bueno por encima de toda evidencia y cada vez son más los que directamente pasan de la política. Incluso no verían mal que todos los políticos se fueran al paro, lo que podría traernos gestores que se vendieran a sí mismos como tecnócratas, quién sabe si dejándonos la opción de volver a votar en caso de que salgan rana. No olvidemos que gente más lista que nosotros inventó y definió a la democracia como el sistema menos malo. Y que la diferencia entre el pesimista y el optimista es que el primero se queja porque “todo está muy mal”, mientras que el segundo advierte: “Te equivocas, todavía puede ir a peor”.

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Lunes, 4 de febrero. «Rajoy dijo que es falso» en vasos comunicantes (bis)

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