Tiene que ser verdad que estamos en el comienzo de internet y que, por esta razón, industrias y clientes deben encontrar el acomodo para convivir. El fin de semana tuve dos experiencias de cómo de escurridizo está siendo la consabida transición de los mercados. En el DVD-Club del barrio, por ejemplo, el propietario (gran tipo, no me cabe la menor duda) se sinceró con un cliente que simplemente le había preguntado si sabía cuándo se podría alquilar El discurso del Rey. Aquí estalló el propietario del negocio: poco menos que se estaba fraguando una revuelta como la de la Plaza de Tahrir de El Cairo ya que, según dijo, la productora de la oscarizada película había decidido que este producto se comercializara antes por las plataformas de alquiler/venta de internet. Y luego llegarían a los DVD-Club. «Pues luego», advertía nuestro dependiente, «ya veremos si nos conviene a nosotros».
El problema se resume, quizás, en el choque de conveniencias entre usuarios e industrias. Algo parecido me ocurrió al día siguiente en uno de los grandes almacenes de venta de libros; de libros en papel. Seguir leyendo