Tag Archives: Museos/Exposiciones

Lo todavía inseguro

12 Ago

He hecho varios intentos y me resulta complicado explicar aquí la atracción que siento hacia la representación de un paisaje urbano. Me pasa con la fotografía, pero me parece que todavía me gustan más las pinturas de Richard Estes o esos cuadros grandiosos de Antonio López que he visto en su exposición retrospectiva en el Thyssen. (El Thyssen, el mismo museo en el que, por cierto, descubrí el hiperrealismo de Estes).  Seguir leyendo

El dolor ajeno

24 Feb

La mirada se va involuntariamente, asustadiza, al cuadro de grandes dimensiones que cuelga de la nave central de la antigua Iglesia del Real Hospital de San Andrés de los Flamencos, actualmente sede de la Fundación Carlos de Amberes. Los únicos bancos de las salas están dispuestos para que descansen las piernas mientras se contempla El martirio de San Andrés, una obra de Rubens fechada entre 1636 y 1639. Esta pintura tiene un efecto de contraste con las fotografías que cuelgan de las paredes, realizadas por André Kertész, y que reflejan con extremada delicadeza las vidas cotidianas de tantas personas que vivieron un siglo atravesado por dos guerras mundiales.

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Testigos

4 Feb

En la pantalla instalada en la sala de exposiciones del Institutos Cervantes, un espacio de proporciones catedralicias, envuelto de un silencio tan denso como la penumbra, todavía mayor por el escaso público de un jueves por la mañana, aparece Manuel Vicent y advierte del «riesgo de literaturizar la realidad». Sus palabras retumban en las paredes de la sala, y llegan a uno justo a tiempo, ya que es difícil no embelesarse en la calidad de las fotografías de Juan Carlos Tomasi para la serie Testigos del olvido, iniciativa de Médicos sin Fronteras en la que colaboraron el propio Vicent, Mario Vargas Llosa o Juan José Millás, entre otros.

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Un siglo en ilustraciones

27 Ene

Lo he tomado como una broma propia de nuestra administración pública. Me refiero a las palabras de la funcionaria de la Tesorería de la Seguridad Social, que se ha metamorfoseado desde el rictus impertérrito inicial -torpe de mí, había tardado 30 segundos en darme cuenta de que era mi turno- al compadreo que sigue cuando ve en mi DNI que soy de Sevilla. Solo tiene que darme un papelito para que el centro de salud de mi barro me asigne un médico. Pero la funcionaria, de aspecto cansado y estrafalaria en su conjunto, siente la necesidad de apiadarse de mí cuando comprueba que el centro que tiene que velar por mi salud es el de la calle de Espronceda. Entonces emite un gritito ridículo, y dice a continuación: «Te acompaño en el sentimiento». Textualmente. Según la trabajadora de la Seguridad Social, la atención aquí es deficiente. Suelto una sonrisita igual de ridícula que el gritito de mi interlocutora y miro de soslayo a la funcionaria de mi derecha. Ríe entre dientes, y me parece adivinar una mirada complaciente, en plan «perdónala, un mal día lo tiene cualquiera». Perdonada. No obstante, cojo mi papel y me conjuro para no tener que acordarme en el futuro de este presagio de mal agüero.

Por si acaso, y ya que estoy cerca del eternamente en obras Centro Conde Duque, decido aprovechar lo que resta de mañana. Estoy cerca del Museo ABC, que fue inaugurado a finales de 2010 y que todavía no he tenido ocasión de visitar.

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Los pasatiempos

27 Nov

Salgo a la calle en la tarde del viernes atenazado por el frío polar que han anunciado los meteorólogos, con ese aire de vaticinio de ofensiva militar, y camino con el sobrepeso de la ropa pero a paso ligero. Quiero ir al Centro de Arte Moderno porque he leído por la mañana en el periódico que allí hay una exposición permanente que se titula «Pequeño museo del escritor». Me detengo en la calle Viriato, esquina con Vallehermoso, para confirmar en el GPS del iPhone si voy en la buena dirección: sí; pero ya que he parado, levanto la vista y veo una vitrina polvorienta, en la que el reflejo de las luces de neón de otros establecimientos casi no deja ver los libros que se anuncian. Hay varios relacionados con los toros. Entro en la librería de antiguo y pregunto por uno en concreto: el Juan Belmonte del gran periodista sevillano Manuel Chaves Nogales. El librero, que me ha saludado sin mucho entusiasmo al entrar, me pone ante mí una pila de libros antiguos, algunos con páginas descabaladas, con las esquinas de las tapas estropeadas, entre los que no se encuentra el de Chaves Nogales. «Pues eso es lo que hay», me responde el librero, que se da un aire a Henry Kissinger, con el pelo gris acabado en caracolillos y las gafas gruesas de pasta negra que ahora se vuelven a poner de moda, pero que en su caso parecen tan anticuadas y maltratas por el tiempo como los libros que custodia.

Sé que no voy a comprar nada, pero sigo por deferencia un rato más manoseando libros, abrumado por tantos ejemplares aunque, estratégicamente, cada vez voy acercándome más a la puerta, que se abre empujada por una señora de unos sesenta años. Entra trayendo consigo la urgencia de la calle, fatigada y, sin solución de continuidad, pregunta por los pasatiempos. El librero le indica a la señora que los pasatiempos están justo desde donde ella ha preguntado, en la entrada: vaya, pienso, en el sitio exacto para que yo no pueda abrir la puerta y salir. La señora se explica: «Busco pasatiempos, pero que no tengan faltas de ortografía». Al parecer, hace unos meses tuvo un intercambio de cartas con una editorial que había tenido una distracción imperdonable con el femenino de truhán. El librero, que quiere cuidarse en salud, le advierte con tono displicente: «Con estos pasatiempos no podrá hacer eso que cuenta porque están descatalogados». Y allí dejo a la señora defendiendo, obstinadamente, la causa noble de un mundo con pasatiempos sin faltas de ortografía y que toda publicación tiene que tener alguna empresa editorial que responda ante los defectos de forma…

Lo que puede dar de sí la escritura. Seguir leyendo