[Publicado en La RADIO de papel, noviembre]
Este intento de artículo, por desgracia, ya ha sido escrito. En el momento en el que escribo, en otras 43 ocasiones. Cada vez que fallece asesinada una mujer víctima de la violencia de género, como ocurrió este mes de septiembre en Lora, se mueven todos los cimientos morales de la sociedad. La injustificación del asesinato, además, nos puede hacer dudar de los avances establecidos para combatir éstos y otros crímenes de sangre desde donde se tienen que combatir, al amparo de las leyes que articulan el Estado de derecho. Algunas entusiastas reseñas sobre el último libro de Steven Pinker ponen en valor precisamente la notable y creciente intolerancia hacia la violencia contra los débiles. Claro que sigue existiendo el horror ligado a la agresividad hormonal masculina, pero este científico norteamericano ha demostrado que el escándalo que nos provoca no es indicio de que sea más frecuente ahora que antes, sino de que de un tiempo a esta parte somos muchos más sensibles a él. Seguir leyendo