Restos de mastodontes que vivieron en la Península Ibérica hace tres millones de años, réplicas de un tiranosaurio rex hallado en EEUU y un sinfín de piedras de todo tipo, incluyendo meteoritos venidos del espacio. Es la riqueza que guarda el Museo Geominero de España, situado en la madrileña calle de Ríos Rosas.
Después de más de tres años viviendo a escasos metros de este museo, hoy, al fin, he visitado este bello edificio que debe su emplazamiento actual a la cirugía urbana que acarreó la construcción de la Gran Vía, de la que este año se conmemora su centenario. Según la documentación facilitada amablemente por una funcionaria del Museo Geominero, el levantamiento de la nueva sede del Instituto Geológico se encomendó a Francisco Javier de Luque, un arquitecto sevillano «cuya obra ha sido prácticamente ignorada».
Parece mentira que, en las diferentes visitas de amigos y familiares, nunca se me haya ocurrido advertirles sobre la existencia de este museo que, insisto, merece una visita tanto desde el punto de vista de la exposición como desde el plano arquitectónico (destacan las vidrieras, rejerías y artesonado de todo el edificio, incluyendo una biblioteca que conserva el espíritu decimonónico). Una visita que, además, es gratuita. Esta mañana de viernes, varias decenas de jóvenes de unos doce años correteaban provistos de lápiz y cuaderno por el museo «con mucho cuidado», según les advertían los responsables de los talleres que la casa organiza durante el verano.
Dejo algunas fotografías captadas con el iPhone:
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Ya dije en alguna ocasión que mi abuelo Luis es fiel discípulo de Cicerón. Sus comentarios en este blog no tienen desperdicio 😉 Un beso!!!