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Pagar después de pagar

21 Oct

«Hacemos del disgusto una cuestión personal que cada uno lleva como puede». Esta reflexión sirve de resumen de la columna que firma hoy Enric González, y que me ha animado a escribir sobre una experiencia personal reciente. Enric González lamenta el bajo perfil contestatario de la sociedad actual, especialmente de los jóvenes, cada vez más interconectados a sus Twitter y sus blogs donde «cada uno cuelga o vomita su texto o su comentario iracundo y ahí nos quedamos: en el mejor de los casos, un mosaico de desahogos; en el peor, un océano de conformismo nihilista».

Hace unos días entré en un banco para interesarme por un préstamo. Me ahorraré los detalles sobre las reflexiones en voz alta que me hizo el encargado de banca, del estilo «el sentido común nos obliga a tomar precauciones». Las precauciones, para mi caso, se resumían en que si yo le pedía al banco donde tengo domiciliada mi nómina un préstamo al consumo de 6.000 euros para devolver en dos años, esos 6.000 euros se convertían en 7.500 euros: el resto hubiera sido el margen de ganancia del banco. El cálculo lo hice allí mismo, también en voz alta, delante del encargado de banca. Antes de darle los buenos días y levantarme, este señor tuvo a bien regalarme una última observación: «Quizás te parecen unos intereses elevados porque nunca te has visto en la obligación de pedir un préstamo». A mí aquello me sonó a ya nos veremos otro día, forastero.

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ThinkWasabi o cómo ser más productivo

25 Ago

Escribo este post para que conste qué es lo que no se debe hacer: tenía escrita en Word una entrada sobre la productividad y la eficacia en internet y, justo cuando me disponía a subirla al blog, el ordenador se ha bloqueado y he perdido la información. Culpa mía: no había guardado el documento… un par de horas invertidas para volver sobre lo mismo.

Pero entonces he recordado la frase que inspiraba la entrada que ahora debe dormir el sueño de los justos. Decía: «No hay pereza, vagancia, serie de TV o fiesta en la tierra capaz de vencer a las metas que te inspiran y que quieres conseguir… haciendo«. La recuerdo bien porque forma parte de la conclusión de un post (que tengo guardado: éste sí) de ThinkWasabi, la página personal de Berto Pena. ThinkWasabi une la tecnología con la productividad, ofrece consejos con un elevado componente pedagógico a partir de un diseño sobresaliente y, además, está bien escrita. Es decir, huye de camuflar los errores sintácticos en un problema de comprensión del lector (soy tan inteligente que nadie me entiende…). Seguir leyendo

Twitter, Stieg Larsson y ‘The Wire’

11 Ago

Mi sobreexposición hacia temas relacionados con el periodismo ha ganado en intensidad por varios hallazgos: de un lado, el seguimiento de estos temas en redes sociales como Twitter (no entiendo que haya institución o empresa preocupada por la comunicación corporativa que no tengan abierto un canal aquí; claro que tampoco entiendo ahora mi tibieza inicial) y, de otro lado, la dedicación de mi ocio veraniego a lecturas como la trilogía de Stieg Larsson o a series de televisión como The Wire. (En las novelas del escritor sueco se halla cierta esperanza hacia el futuro de la profesión, inapreciable en la serie basada en el día a día de Baltimore, de la que dejo a continuación un vídeo promocional para abrir boca).

Marruecos en la retina: Salé

8 Ago


Fue leer por la mañana este artículo en el suplemento de Babelia sobre el proyecto que pretende unir las ciudades de Rabat y Salé y ponerme inmediatanemente a buscar fotos (gracias, Rocío, por enviarme con urgencia un recopilatorio) de nuestro viaje a Marruecos. La foto de arriba es una imagen virtual (tomada prestada de El País) del nuevo puente Mulay el Hassan sobre el río Bu-Regreg, que divide los dos núcleos urbanos. Rescato del artículo que firma Javier Mozas, publicado en la sección de arquitectura, unas pinceladas sobre la historia de Rabat/Salé: Seguir leyendo

Mis primeras horas en Twitter

16 Jun

Llevo un par de días afinando mi perfil en Twitter (visible desde este blog). Reconozco que uno de los aspectos a los que más tiempo estoy dedicando es a la posibilidad de limitar o no quién puede leer lo que yo escribo en esta red social. Me inquieta que los 140 caracteres se supediten a la pregunta «¿qué estás haciendo ahora?». «Y a ti qué te importa», es la respuesta que tengo mimetizada para mí mismo. Ya sé, ya sé que no soy nada original, que esto de Twitter (como cualquier web 2.0) hace camino al andar, y que el usuario puede establecer sus propias reglas. En eso estoy; aunque por el momento sí veo muy interesante que Twitter haga de RSS, facilitando bastante el seguimiento y la interactuación con aquellos blogueros que sí merecen la pena ser leídos (un ejemplo), o que se distribuya con eficacia desde aquí los contenidos agregados (otro ejemplo).

Me temo que, en el fondo, todos tenemos interiorizado algo del espíritu SGAE. El sofware libre es algo así como un impulso rebelde propio del idealismo, pero que se cae por su propio peso cuando alguien intuye que puede ganar dinero gracias a las patentes y a los derechos de autor. Es el caso del último «héroe de las descargas libres«, un programador informático que ha terminado aceptando las leyes del mercado que un día desafió. Fue bonito mientras duró.

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Ya sabemos que la cosa anda revuelta en Irán, donde los ciudadanos acuden a internet para extender las protestas que son reprimidas en la calle por el régimen tras la dudosa reválida del presidente Ahmadineyad. Al parecer Twitter es el principal subterfugio contra la censura, esa vieja fórmula de salvaguardar los derechos de autor sobre la libertad de expresión. Ni que decir tiene dónde se están programando las mayores protestas. El llamamiento mundial es el siguiente:

Que quien use Twitter cambie su zona horaria a GMT +3.30 y la localización a Teherán para dificultar que las autoridades iraníes localicen a los disidentes que publican en el sitio web.